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De abuelo estibador y padre estibador, Nerea desde los 18 años es estibadora. Lo es porque le apasiona su trabajo y porque siente un vínculo especial con el puerto y porque a pesar de las complicaciones de los horarios, la total disponibilidad que tiene que ofrecer al trabajo, los 365 días del año y las dificultades del día a día, ella, esta cumpliendo un sueño.
De pequeña, Nerea fue un día a darle el bocadillo a su padre, que estaba conduciendo una gran máquina del puerto, ella se quedó impresionada al verlo y desde ese día no se lo pudo quitar de la cabeza, hasta que decidió ser estibadora. Ahora, conduce esa máquina que un día llevaba su padre y está orgullosa de currar en cada una de las funciones que desarrolla en el puerto.
“Tienes que estar disponible los 365 días del año, no hay rutinas marcadas no hay horarios, tienes que sentir un vínculo especial con el puerto para disfrutar de este trabajo como yo lo hago”.
“Aquí tienes que estar pendiente de absolutamente todo, tienes que tener mil ojos porque ya no depende de ti, el simple hecho de que tú vayas andando y a lo mejor te descuides un momento, tu compañero no te ve, va con una máquina enorme, aquí hay que estar pendientes de todo. Para trabajar en el puerto sí o sí tienes que llevar los guantes sobre todo las botas de seguridad, es muy importante llevarlas, cualquier mínima pieza por muy pequeña que te parezca se te puede caer en el pie, si tú no llevas el calzado adecuado te puedes quedar sin pie. Hay que tener muchísimo cuidado no solamente con lo que tú estés viendo, tienes que confiar mucho en el compañero que tienes al lado”.
“Considero que somos unos currantes porque somos capaces de desempeñar cualquiera de las funciones que se desempeñan en un puerto, no solamente hacemos una cosa, hacemos muchas. Cuando tú llegas cada día a trabajar tienes que estar preparada para hacer cualquier tipo de función”.
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